domingo, 17 de julio de 2016

“Soy un combatiente sin odios ni resentimientos” —FIDEL CASTRO

DEL MONCADA AL PRESIDIO Y A LA LIBERTAD
“Soy un combatiente sin odios ni resentimientos”
—FIDEL CASTRO
El momento actual también es de unidad, pero bajo una sola insignia...

Paz y libertad.— Mensaje de gratitud al pueblo y a la prensa.— Elecciones generales inmediatas, con garantías para todos. — “Pienso quedarme en Cuba, luchando a visera descubierta…”.— Lo que necesita Cuba son políticos decentes.— No existen diferencias ideológicas que justifiquen la disgregación en esta hora difícil. — Unidad, pero bajo una sola consigna.
Entrevista de AGUSTÍN ALLES SOBERÓN
(Fotos de CÉSAR ARIAS)
El encierro ha vigorizado espiritualmente a Fidel Castro. El peleador político que hay en él se adivina apenas se cruzan las primeras palabras entre el periodista y el líder ortodoxo.

—Los cubanos queremos la paz; pero solo a través del camino de la libertad podemos alcanzarla. La paz no puede convertirse en un paréntesis para que el despotismo consolide el privilegio y la opresión con un apaciguamiento que permita disfrutar en calma de los gajes del poder usurpado. Para que haya una paz verdadera es indispensable que cesen el atropello a la ciudadanía y la violación de los derechos democráticos. Solo así se salvará la República.
El ex dirigente universitario, abrazado a una huerfanita, cuyo padre murió en los sucesos del cuartel Moncada, declara a BOHEMIA:
—La amnistía es el resultado de la extraordinaria movilización popular, secundada magistralmente por la prensa cubana, que ha ganado la más hermosa de las batallas. Nuestro mensaje de gratitud, por tanto, para el pueblo y los periodistas, a los que estaremos siempre hondamente agradecidos. ¿Cómo puede el gobierno atribuirse generosidad alguna con la ley de amnistía si se negó a ella tozudamente, hasta el instante en que la presión de la opinión pública produjo una verdadera grieta en sus maltrechas filas?
Fidel Castro escucha atentamente las transmisiones radiales y las noticias sobre la libertad de los presos políticos. Le preocupa que su pensamiento sea recogido con fidelidad. A su lado, el líder ortodoxo Max Lesnick.
—Las elecciones para una asamblea constituyente –responde al reportero– solo sirven para prorrogar al gobierno actual mediante la reelección del general Batista. Las elecciones parciales no resuelven nada; no interesan a la nación, sino a un grupito de oportunistas que pretenden instalarse en las alcaldías y en el Congreso. No hay más fórmula ni solución nacional que las elecciones generales en el menor plazo de tiempo, con garantías para todos. En esas condiciones la liquidación de la dictadura sería un hecho incontrovertible.
Concretando su proyección política, el doctor Fidel Castro declara al periodista:
—He estudiado las directrices programáticas de mi Partido –que no puede ser otro que el de Chibás– y las de los nuevos movimientos surgidos recientemente: el de Liberación Radical, de la Nación y el Humanista, así como las del MNR y el Partido Nuevo. Todos coinciden en lo fundamental; en la necesidad de grandes reformas políticas, sociales y económicas para instaurar un régimen de justicia y libertad. No existen diferencias ideológicas que justifiquen, en una hora difícil como esta, la disgregación de esas fuerzas. En las filas del partido de la independencia cubana no todos tenían igual grado de conciencia revolucionaria, pero de la unión de todos surgió nuestra emancipación. El momento actual también es de unidad, pero bajo una sola insignia…
El principal protagonista del ataque al regimiento militar de Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953, medita profundamente. Veintidós meses de presidio político han madurado su personalidad. Apenas evoca el pasado.
—Algún día se relatará aquella historia, dice. En su oportunidad. Mientras, debemos mirar al futuro. Un ejército no debe virar sus fusiles hacia atrás para disparar al pasado. No haremos lo que al gobierno le conviene, que sería entregarnos a actividades conspirativas, sino lo que a la patria le conviene, es decir, trabajar incansablemente por la unión de todas las fuerzas morales del país bajo la bandera del pensamiento chibasista. Para esa tarea pienso quedarme en Cuba, luchando a visera descubierta, porque no somos hombres de odios ni resentimientos, como algunos suponen. Quizás muchos exiliados no regresen hasta ver qué ocurre con nosotros; para saber si existen o no garantías.
Raúl Chibás y Roberto Agramonte son de los primeros en llegar al pequeño apartamento donde se instaló Fidel Castro luego de su salida del presidio de Isla de Pinos. Les explica a los dirigentes ortodoxos los fundamentos de las declaraciones que formuló al recobrar la libertad y ratifica sus propósitos de luchar en las filas del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). A Raúl Chibás le dice:
—Ha sido un acierto del Partido Ortodoxo designarlo a usted su presidente. Y entiendo que sin ser de los políticos al uso están dando lecciones de política y de decencia. ¡Eso es lo que necesita Cuba! ¡Políticos decentes!
El hermano del fundador de la Ortodoxia contesta:
—El partido se siente satisfecho porque ustedes están libres. Esperamos que los valientes muchachos del Moncada trabajen junto a nosotros, con el mismo civismo que lo han hecho hasta ahora, para devolverle a Cuba la normalidad democrática y el pleno disfrute de sus libertades conculcadas.
(BOHEMIA: 22 de febrero de 1955. No. 21. Año 47. p. 51)