lunes, 11 de julio de 2016

Medios hegemónicos, líderes neoconservadores y banalización de la política

Por Ava Gómez, Alejandro Fierro.- La articulación de las dinámicas políticas al interior de las lógicas mediáticas se desarrolla en medio de un proceso tendiente a asumir discursos sencillos debido a que la masificación hace que la cultura y la política dependan de la publicidad y de sus derroteros (Qualter, 1994).

También, explica Redondo (2009), el límite entre el dominio público y el espacio privado no se fija en torno a ‘lo público vs. lo privado’, sino que se extiende a la cantidad de receptores (según criterio de las audiencias). Esto conlleva la inexorable banalización de la política, repercutiendo en la virtud cívica los mensajes, por la necesidad de su simplificación en pos de que sean más ‘consumibles’ por
la audiencia masificada.

El infotainment, que trivializa los asuntos públicos en los medios de comunicación (Harrington, 2009), viene a ocupar un papel intermedio entre la información y el entretenimiento, aunque termina sustituyendo el uno por el otro. En Latinoamérica, el desarrollo de estos discursos se observa particularmente a través de dos subcategorías, por una parte, la que en adelante denominaremos el ‘mito de la unidad’ y, por otra parte, la ‘instrumentalización de las nuevas ciudadanías’.

Antes de pasar a analizar estas dos subcategorías, hay que reseñar que la banalización de la política necesita partir de una democracia puramente representativa a la que, a su vez, fortalece en un ciclo de retroalimentación. La conversión de la política en espectáculo o entretenimiento convierte al ciudadano en un espectador. Al igual que la única forma en la que las audiencias pueden mostrar su disconformidad es apagando la televisión o cambiando de cadena, el único recurso que se deja a la persona es el voto.

Por tanto, la banalización de la política restringe los espacios democráticos. Y lo hace, además, presentando una ficción de ensanchamiento de la democracia. La inmersión en la privacidad de los políticos, el desvelamiento de su lado más humano o la narración simplista de hechos complejos son presentados como la satisfacción del derecho de las personas –convertidas ahora en “audiencias-electoras”- a conocer estas realidades y ejercer su voto con una supuesta mayor información.

Se comprende entonces que la apuesta por la democracia protagónica que han hecho, con mayor o menor intensidad, los procesos emancipatorios latinoamericanos de este siglo XXI, supone una amenaza para estas tácticas funcionales al capitalismo neoliberal, que precisan de una separación total de la esfera político-pública y la esfera ciudadano-privada, sin otro punto de conexión que el voto.