lunes, 4 de agosto de 2014

A 138 años de su muerte, aquel 4 de agosto de 1876, hoy recordamos al Brigadier Henry Reeve. “De Brooklyn a Yaguaramas”


Henry Reeve, El Inglesito.Henry Reeve nació en Brooklyn, Nueva York, el 4 de abril de 1850 y muere en Yaguaramas, Cienfuegos, el 4 de agosto de 1876, se conoció por toda Cuba como «El inglesito». Fue uno de los más significativos ejemplos de internacionalismo. La simple narración de su vida, cuya juventud entera la dedicó a luchar por la libertad de Cuba, es una perpetua fuente de inspiración.  Desde muy joven combatió en las filas antiesclavistas durante la Guerra de Secesión estadounidense. En 1868, al conocer del alzamiento de «La Demajagua», acudió a presentarse en la Junta Cubana de Nueva York. Reeve se alistó en la expedición del vapor Perrit que desembarcó en el oriente de la Isla el 11 de mayo de 1869.



Cuentan que su compatriota y jefe de aquella empresa, el general Thomas Jordan, comparó su valentía con la del legendario Julio César y mandó le dieran un rifle.

Al poco tiempo cayó prisionero y fue fusilado por un piquete español, pero se levantó malherido de entre los cuerpos sanguinolentos de sus compañeros muertos, para incorporarse de nuevo al ejército mambí.

La leyenda de quien comenzó a ser conocido como El Inglesito o Enrique el Americano comenzó a crecer mientras combatía en las planicies de Camagüey, a las órdenes del Mayor General Ignacio Agramonte, famoso por el manejo de la caballería patriota.

Por esa época Reeve llegó a dominar el castellano empleando como manual un ejemplar de Don Quijote de la Mancha requisado a una fuerza enemiga.
Llegó a ser el segundo de Agramonte y a la caída de este el 11 de mayo de
1873 comenzó a combatir bajo la jefatura del insigne dominicano Máximo Gómez, con el tiempo General en Jefe del Ejército Libertador.

En el ataque al poblado costero de Santa Cruz del Sur    septiembre del propio año- se ganó los grados de brigadier y perdió para siempre la movilidad de una pierna a causa de las heridas recibidas al dominar una pieza de artillería.

Atado con correas a su montura, comandaba la extrema vanguardia del Ejército Libertador que trataba de llevar la guerra al emporio azucarero del Occidente, sostén económico del régimen colonial, cuando libró su último combate.

En la llanura de Yaguaramas, jurisdicción de Cienfuegos y muy cerca de la Ciénaga de Zapata, sostuvo al frente de 100 hombres un desigual enfrentamiento contra fuerzas hispanas que cuadriplicaban sus efectivos.
Mientras trataba de proteger la retirada de sus hombres Reeve disparó hasta la penúltima bala contra el cuadro español, cuya fusilería logró herirlo en tres lugares y matarle a su caballo, sin el cual no podía valerse.    No estaba dispuesto a que lo condujeran por segunda vez ante un pelotón de fusilamiento y en eso debió pensar cuando llevó el revólver a su sien aquella mañana del 4 de agosto de 1876.

Su cadáver fue trasladado a Cienfuegos por las aguas del Rio Damuji y fue expuesto como un trofeo de guerra. Su cadáver fue velado en el Hospital Militar de Cienfuegos y sepultado en el Cementerio de Reina. 
Como si no fueran bastantes sus méritos artísticos y urbanísticos, el viejo Cementerio Municipal de Reina, en esta ciudad cubana, hospeda en una tumba anónima los restos de un joven general nacido en Brooklyn, Estados Unidos.

La necrópolis situada en el extremo oeste de Cienfuegos, 250 kilómetros al Sureste de La Habana, es la única de la Isla que conserva el sistema de enterramientos en nichos verticales, similar al usado en el desaparecido cementerio de Espada, en la capital cubana.

Esculturas en mármol de Carrara, trabajos de herrería facturados en las mejores fundiciones de Cuba y el libro de historia que constituyen las lápidas de los sepulcros argumentan la condición de Monumento Nacional del camposanto.

Todo cementerio que se precie tiene al menos una leyenda y el de Reina es famoso por el mito de la Bella Durmiente, ofrenda de un viudo enamorado de la joven esposa muerta.

Aquel amor trunco fue tallado en piedra italiana y después de más de un siglo de distancia constituye la carta de presentación del sacro recinto edificado en 1839, dos décadas después de la fundación de esta villa San Fernandina de Jagua (actual Cienfuegos, la Perla del Sur).

Las prácticas de la política colonial impidieron que, al menos en su área intramuros, acogiera los restos del brigadier independentista Henry Reeve, muerto en campaña el 4 de agosto de 1876 en la sabana de Yaguaramas, ubicada a 2 KM al noreste de Horquita y a 50 kilómetros al oeste de Cienfuegos.

En el llamado segundo patio, en una tumba sin identificar, fue sepultado el cuerpo del oficial de 26 años, nacido en la barriada de Brooklyn, Nueva York, y que desde los 19 años había ingresado en las filas del Ejército Libertador de Cuba. Allí se encuentran aún sus restos mortales.